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martes, 14 de enero de 2014

Condenado


Imagen descargada de internet

 Ligea se miraba en el agua, concentrada en el reflejo de sus cabellos, que iban y venían ondulándose en la cadencia de las olas. Sólo el murmullo de la suave brisa de mar cortaba la silente estampa. Inquieta, observó como las gotas de agua salina se secaban dejando pequeños cercos blancos sobre su hombro, era la primera vez que los rayos del sol rozaban su pálida piel. A pocos metros, una figura masculina la observaba. Al notar su presencia, alzó los ojos presurosa para encontrarse con el hombre que abrumado contemplaba su pálida y virginal desnudez. Caminó lentamente hasta erguirse por completo frente a él, perturbado por la imagen más bella que jamás habían visto sus ojos. Con la mirada mordaz, punzante, hiriente, Ligea posó suavemente la mano derecha sobre el pecho de su víctima y atravesando las entrañas le arrancó de cuajo el corazón. Con el órgano palpitando en la palma de la mano, se dio media vuelta, con un canto estridente de sirena se sumergió en el mar, llevándose con ella el alma de su condenado.